El humanista italiano Pedro Mártir de Anglería nació en Arona (Milanesado) en 1457, vivió en Milán y en Roma. En 1487 vino a España acompañando a don Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y desde entonces residió habitualmente en Granada, donde se asentó en La Alhambra, fue nombrado Capitán General de Granada, se ordenaría sacerdote y cumpliera funciones docentes hasta su muerte ocurrida en 1526.

Habiendo vivido en diferentes lugares del mundo, quedó maravillado ante la belleza de Granada, y así quedó patente en la carta que el 30 de marzo de 1492 escribió al arzobispo de Toledo, don Pedro González de Mendoza, y estas fueron sus palabras:

“A juicio mío, entre todas las ciudades que yo he visto bajo el sol, ha de preferirse Granada. A todas aventaja en la suavidad del clima, circunstancia principalísima para la elección de patria, pues he podido comprobar que no hace demasiado calor en el tiempo de verano ni demasiado frío en invierno.

Casi a seis millas de la ciudad, sobre la cumbre de la elevada sierra cercana, se ven nieves perpetuas que raras veces llegan hasta la ciudad. De aquellas nieves de fácil acarreo, si por la casualidad en el mes de Julio aprietan los calores, sale un agua tan fresca para mezclarla con el vino, que supera en frialdad a la a la misma nieve. No obstante si como suele acontecer, por lo general, en las casas frías en determinadas posiciones de Saturno respecto al Sol, sobreviene un frío desacostumbrado durante algunos días, fácilmente se le sale al encuentro gracias a los espesos bosques existentes en la misma montaña.

Y en cuanto a los paseos para solaz del espíritu, abrumado por los trabajos o las preocupaciones, ¿qué región los consiguió iguales a estos apacibles de la naturaleza?

Granada es en extremo saludable gracias al río Darro, que atraviesa la ciudad. Granada tiene montes y vega amplia, Granada disfruta de un perenne otoño. Tiene abundancia de cedros y naranjales de todas clases en amenos huertos. Desde las montañas cercanas arrancan por doquier ubérrimas colinas y suaves montículos, cubiertos portada clase de viñedos, bosques de mirtos y olorosos arbustos. Tan delicadamente están adornados los alrededores, que recuerdan los Campos Elíseos, y por todos ellos corre continuamente el agua. Yo mismo he comprobado como infunde nuevos ánimos y recrea el espíritu fatigado la corriente de sus arroyos, que se deslizan entre sus umbrosos olivares y huertos.”